Como estamos en fechas navideñas, un momento tan propicio para mirar hacia dentro, he querido reflexionar sobre el sesgo de negatividad. Comprenderlo puede ayudar a quien no lo conozca y servir de toma de conciencia, porque entender este sesgo nos permite equilibrar la mirada con la que interpretamos el mundo, no solo en estas fechas, sino durante todo el año.
Muchas veces, cuando encendemos la tele, la radio o incluso abrimos las redes sociales, llegamos a la conclusión de que el mundo “está fatal”. Pero de vez en cuando es bueno recordar que no todo es tan malo. Ser conscientes de que no todo lo que aparece en los medios ni todo lo que ocurre a nuestro alrededor— es negativo, nos ayuda a mantener una visión más equilibrada del mundo e influye directamente en nuestra salud mental.
Si abrimos el móvil o encendemos la tele y las malas noticias ocupan el escenario principal, no es casualidad. La psicología social, junto con la psicología cognitiva, lleva décadas demostrando que nuestro cerebro presta más atención a lo negativo que a lo positivo. Es lo que se conoce como sesgo de negatividad, una especie de alarma interna heredada de nuestros antepasados, que necesitaban detectar cualquier señal de peligro para sobrevivir. Aunque hoy ya no nos persiguen depredadores, esa tendencia sigue activa y hace que nos fijemos antes en un titular alarmante que en una buena noticia.
A esto se suma que los medios y las plataformas digitales viven de captar nuestra atención. Lo negativo, nos guste o no, engancha más rápido, los titulares dramáticos generan más clics, las emociones intensas provocan más reacciones y los algoritmos amplifican aquello que consigue retenernos unos segundos más. El miedo, la indignación o la sorpresa se comparten con facilidad y así la negatividad se convierte en un producto rentable. Dicho de otra manera, si montaras un diario o un blog informativo, venderías más con titulares negativos que con titulares positivos. Es así.
Sin embargo, también es cierto que, cuando nos saturamos, buscamos desconexión. Cada vez más personas buscan espacios que aporten calma, equilibrio y contenido que construya en lugar de desgastar. Lo negativo puede atraer de inmediato, pero lo positivo mejora nuestra neuroquímica cerebral y nos hace sentir mejor. Por eso es importante elegir conscientemente qué tipo de información dejamos entrar en nuestra mente. No se trata de vivir ajenos a la realidad, sino de entender cómo funciona nuestro cerebro y equilibrar lo que consumimos.
Si cambiamos ciertos patrones o al menos somos conscientes de este sesgo, comenzamos a disfrutar de una mejor salud mental. Porque, aunque es importante estar informados también de lo negativo, comprender este filtro y darnos permiso para desconectar nos permite equilibrar la mirada. Recordar que lo positivo también suma, nos ayuda a vivir con más calma, más criterio y en definitiva, a vivir mejor.
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